Solo quieren saber

Solo quieren saber

Cada vez más podemos ocultar menos de nuestras vidas. Lo que pensamos, deseamos, hacemos, vemos, sentimos, lo sabe inmediatamente La Red, y lo que sabe no la satisface: quiere saber más, mucho más. No se necesita ser muy avispado para darse cuenta que este proceso, por así llamarlo, no tiene límites.

 

Tampoco nos es ajeno el que ya son muchas las decisiones que tomamos que son claramente direccionadas, condicionadas, alentadas, casi impuestas por la conectividad: el cerebro de La Red, este monstruo que no sabe de abrazos, sonrisas, llantos, afectos, por lo menos todavía ¿Alguien puede estar en capacidad de predecir que nuevas acciones conoceremos derivadas de esta digitalización de nuestras vidas? Nadie, con seguridad. Puede que a algunos nos preocupe, no tengo datos sobre cuántos puedan ser, sin embargo, pareciera que a la inmensa mayoría le viene bien, se sienten cómodos como usuarios conectados a La Red, en la práctica casi de manera permanente, dando información acerca de sus vidas y las de su entorno familiar, amical y laboral. La Red ha llegado no solo para quedarse sino para cosificarnos y para terminar borrando lo poco que quedaba de humanidad en nosotros. Somos ignorantes de cómo es que funciona La Red y vamos a seguir siéndolo ya que no podemos alcanzar a su crecimiento exponencial. Los hacedores de leyes no están capacitados para legislar para controlar el impacto y si lo hacen, las tecnologías encuentran el atajo de inmediato.

 

Se puede prohibir su uso en determinados ambientes y en algunos horarios, sí, pero una vez fuera de ese control, los usuarios limitados primero compensan con una mayor y febril actividad el periodo de la prohibición.

 

Soy uno de aquellos a los que nos preocupa lo que nos está pasando por encima. Me preocupan las distancias afectivas impactadas por las tecnologías de información y comunicación. Me preocupan en particular los usuarios no nativos: los adultos mayores que, en su mayoría, no manejan con solvencia un móvil o una PC. Y me preocupan porque sé que quisieran conocer, no mucho tal vez, pero al menos lo suficiente para saber de los suyos: padres, hijos, amigos y así, solo queriendo saber, sentirlos más cercanos como en un abrazo.

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