La naturaleza no pregunta. Nos marca el paso, no nos necesita, nosotros la necesitamos (a propósito de un excelente video que se difunde por televisión para hacernos tomar conciencia hacia el cuidado de lo que va quedando del planeta azul). Si pues, la naturaleza existe y es por sí misma. A nosotros solo nos queda habitarla y cuando necesitamos prever el efecto de sus vaivenes pues entonces la medimos (terco afán del hombre por medirlo todo). Esta medida de las diferentes manifestaciones del ambiente, del que es absoluto dueño la naturaleza, la llamamos clima. Con los años de experiencia acumulada y usando cada vez más tecnologías de increíble sofisticación, terminamos obteniendo información adelantada para saber cómo actuar cuando la naturaleza actúa. Somos tan pequeños todavía que la más de las veces no sabemos qué hacer con la información recogida y entonces después de sus efectos ensayamos alguna burla dirigida a los meteorólogos (los que se dedican al estudio del clima). Todo lo dicho hasta aquí está referido a la madre naturaleza. Sin embargo hay otro clima, más modesto, más cercano, más de nuestro diario acontecer: el clima laboral (así llamado porque se refiere a las condiciones del ambiente, cerrado o abierto, en donde los hombres pagamos el pecado original trabajando). De ese clima quiero hablar.
Es poco probable el que un trabajador salga de su casa rumbo al trabajo feliz y contento (cantando como los 7 enanos de Disney), entre otras razones porque la calle y su tráfico le baja el ánimo de un tirón. Pero digamos que esa razón no depende de ese trabajador y por tanto nada puede hacer por controlarla (la contaminación perpetua en la que le tocó vivir). Sin embargo otras razones para ir en busca de la felicidad (o al menos del pasarla bien en el trabajo), si están a su cargo, a su albedrío. Si este trabajador va camino a hacer lo que le gusta y además sabe que le van a pagar por ello, pues entonces allá va cargado de buen ánimo. Si, además, al llegar a su trabajo encuentra reconocimiento, vale decir que aquellos con los que se encuentra lo reconocen, saben quién es, lo llaman por su nombre, saben lo que hace y el valor que tiene lo que hace, pues entonces sigue habiendo buen clima en ese lugar ¿Y si muchos más encontráramos lo que nos gusta hacer y nos pagaran lo justo por ello?