No hemos comunicado bien

Una encuesta reciente señala un bajón en la aceptación por la ciudadanía del trabajo de tres instituciones públicas: Congreso, Ejecutivo y Municipalidad Metropolitana. La respuesta ensayada por los voceros de éstas ha sido la misma: “No hemos comunicado bien”. Esto es cierto pero solo a medias. Lo realmente cierto es que no han comunicado ni bien, ni regular, ni mal. Simplemente no han comunicado y la referida encuesta señala, con fría precisión en sus números, lo poco o casi nada de reconocimiento por el ciudadano de a pie, del trabajo que esas instituciones están haciendo. Desconozco si en ellas (las instituciones), existe una estrategia de comunicación o si los voceros designados se toman o no en serio su trabajo. Tampoco conozco si en ellos (vale decir en todos los que trabajan allí), hay claridad en la función que realizan o si están poco, mucho o casi nada convencidos de por qué hacen lo que hacen, para qué lo hacen y por quiénes lo hacen. Sin tener estás respuestas no podemos asegurar si las declaraciones al unísono (al fin en algo de acuerdo) y hechas con propósito de enmienda de “vamos a afinar la comunicación”, “comunicaremos mejor”, “debemos acercarnos a la población” y otras similares, no pasan de ser otra cosa que “frases de serpentina”. Sin claridad, sin convicción, quiero decir sin creérsela, será muy difícil, el transmitir mensajes que la población entienda, apropie, valore y por tanto aplauda o critique, según el tema de que se trate. Lo realmente importante y primerísimo es que “no se puede no comunicar” y también que no hay otra forma de comunicar bien que comunicar con la verdad, aunque resulte incómoda para quienes la escuchamos. Queremos saber qué está pasando o que va a pasar. No queremos explicaciones de por qué ha pasado lo que ha pasado cuando nunca estuvimos enterados de que era lo que tenía que pasar (léase peajes).

 

Decir más con menos, es un principio de la comunicación efectiva. Y para el tema que nos ocupa habría que añadir “…pero muchas veces y con diferentes formas de decirlo”. Nos quejamos de los medios de comunicación de propiedad privada, señalando que poco o nada les interesa comprarse el compromiso de informar a la ciudadanía. No debemos de quejarnos ya que es su negocio y, mientras sigamos las reglas del mercado, no tenemos por qué decirles lo que deben de hacer. Sin embargo el estado tiene medios a su cargo: televisión, radio y prensa. En ellos debieran multiplicarse los espacios de información, explicación, análisis, debate, etcétera. Y además multiplicarse en muchos horarios. También debieran estas instituciones bajoneadas  en cuanto aceptación, destinar algunos recursos para presentarse en los medios privados (quizás privándose de algunos regalitos por ejemplo).

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