Comunidad

Pensemos en un barrio cualquiera, lugar de residencia de muchas personas: casas, cuadras, manzanas, sectores hasta alcanzar un agrupamiento mayor con el nombre que los identifica, que les asigna pertenencia a ese lugar y que a la vez los distingue de otro barrio, ciudad, provincia, departamento, país.  Así es como está  organizada territorialmente la mayoría de la humanidad. Así pues, gracias a dotarnos de una organización, nos resulta más fácil relacionarnos, compartir, comunicarnos. Así es como debiera ser y sin embargo en la práctica no es tanto así como funcionamos. Son muchos y muy variados los comportamientos que en vez de acercarnos terminan distanciándonos. Algo no estamos haciendo bien y siempre es un buen momento el detenernos para reflexionar sobre el tema, prestar atención a lo que marcha bien para hacerlo mejor y también encontrar soluciones a todo aquello que hoy nos impide convivir en armonía. En suma ser comunes, reconocernos parte de un proyecto,  ejercer en todo momento y de manera responsable nuestra condición de miembros de esa comunidad.

 

Conocer a nuestros vecinos es requisito indispensable para vivir en comunidad. Vecino, según el diccionario es alguien “Que habita con otros en un mismo pueblo, barrio o casa, en vivienda independiente”. En otras dos acepciones señala: “cercano, próximo o inmediato…” y “semejante, parecido o coincidente”. Resulta útil el comprobar estas definiciones  y sin embargo viene mejor la práctica. Proponerme conocer los nombres, ocupaciones y algo más de quienes viven a ambos lados de mi casa, de mi cuadra y de los que viven un poco más allá también, me hará mejor vecino, más y mejor persona. Me atrevo a señalar que muchos de nosotros, penosamente demasiados, ignoramos esta información y también me atrevo a apostar que ese desconocimiento vecinal nos quita felicidad.

 

Los rostros agestados, las miradas evasivas, la prisa por esconderse tras la puerta para evitar saludar al de al lado son solo unas pocas manifestaciones de este poco interés en hacer comunidad. Es mucho lo que perdemos al no reconocernos parte de un vecindario. Los invito entonces a poner en práctica la buena vecindad. Les aseguro que vale la alegría que podrán comprobar.

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